Olga Chipy

Cuando nací me conecté con mis ojitos redondos, obscuros y expresivos. Hoy sigo andando mi camino, llenándolo de palabras.
Mi historia amorosa merece un capítulo aparte. Tuve varios amores, me divertí hasta que me casé. Cuando me divorcié volví a retomar, generando nuevos.
No he leído todo lo que me hubiese gustado. He escrito menos de lo que quería. He trabajado más de lo que debía.
El ocio lo he aprovechado para complacerme con lo que me gusta, leer, escribir, pintar, viajar.
Mi carrera como bancaria me dio mucho y me quitó otro tanto.
La escritura me salvó. Fue la herramienta para enfrentar mis conflictos. Fue el arma para liberar mis deseos y mis sueños. He viajado mucho y la pandemia me bajó las alas, las estoy entrenando para continuar volando.



Abuelita María, contáme una historia

Mis padres, hijos de inmigrantes, tuvieron una niñez muy parecida. Ambos fueron criados en el campo junto a muchos hermanos. Por sus oídos la única literatura que pasó, fueron cuentos de transmisión oral y anécdotas de la familia. Ellos nos repitieron los relatos agregando algunas experiencias propias. 

Los primeros libros, además de los de la escuela, papá los traía de la biblioteca que había en el Centro Socialista en el cual él activaba.

Cuando tenía nueve años, vino a vivir con nosotros mi abuela paterna, María Ferreira.  Ella me llevó todas las noches a transitar historias que mi memoria aún guarda. 

Compartíamos la habitación.  Sentada contra el respaldo de madera maciza, muy alto, soltaba su larga cabellera entrecana, la cepillaba y luego volvía a hacer el rodete, con hebillas invisibles. El perfume de colonia La Franco, apagaba el olor a fritura de sus ricas empanadas. 

Recordaba con nostalgia no haber podido estudiar magisterio, por vivir en el campo. Con permiso de la maestra volvió a cursar sexto grado haciendo de ayudante de clase, beneficiada con libros que le prestaba.

Fue un arriero el que pidió su mano y a lomo de caballo la llevó a Pehuajó a vivir. 

Me contó que se cruzaron con la luz mala y su caballo metió una pata en un pozo, quebrándose. Lo tuvieron que sacrificar y seguir con uno.

Entre los relatos que me contaba están "El peón que intentó matar a Ramira","La perra que resucitó", "El muerto en el chiquero ", "Los muebles traídos de Francia".

A veces me quedaba dormida, al otro día le pedía que lo repitiera. Mis hijos y mis nietas también los conocen. 


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