Clemencia del Valle Carranza (Clemen)

Nací cordobesa; me crié marplatense. Mar del Plata es Mi ciudad; me gusta tener por vecino al mar, su inmensidad, poder mirar a lo lejos y seguir viendo sólo mar. No volvería a vivir en Córdoba. En Mar del Plata están mis afectos; aquí estudié, trabajé, amé y fui amada; aquí tuve buenos y malos momentos al igual que todo el mundo y aquí sigo reinventándome.

 Cuando era una niñita, mi mamá me peinaba con bucles porque mi cabello era muy ondulado, motivo que esgrimía para negarse a cortarme el flequillo como lo usaban mis primas y mis amigas. Un día me di cuenta de que tenía la solución en mis manos: la tijerita del Jardín tuvo suficiente filo como para cortarme un mechón. La foto es de cuando cumplí seis años; estaba muy contenta porque lucía, al fin, mi ansiado flequillo. Clemen (la rulienta)                                                                         

                                                                                   

Enganchados en el encuentro

(a la manera de Enganchados en la pelea, de Laura Devetach)


- Hola, don Froilán ¿Qué le anda pasando que tiene esa cara que parece que lo dejaron vestido y sin visita? 

- Acá ando, solo porque más vale solo que mal acompañado.

- Hace bien porque en este barrio, el que no corre, vuela.

- Mejor no decir nada.  En boca cerrada no entran moscas.

- Tiene razón, mejor hacerse el sota porque ojos que no ven corazón que no siente.

- ¡Oiga! Ponga cara de póquer y como quien no quiere la cosa,  mire quién va allá. ¡Hola. Manola, gata sin cola!               

- Mmm… Parece que va a llover, porque cuando el gato se lava la cara, lluvia cercana.

- Cuando el gato no está, bailan los ratones.

- En el puente de Avignon

 todos bailan, todos bailan.

 En el puente de Avignon

 todos bailan y yo también.

-Mire Ud. ¡Qué ocasión para un brindis! Lo que es a mí, me gusta mojarme por afuera y por adentro.

-  A buen entendedor, pocas palabras bastan…

- No hay que hablar por boca de ganso...

- Así es, no hay tu tía; no se debe estar en babia o en la luna para que no le digan cabeza de tuna.

- ¿Vio que a perro flaco no le faltan pulgas?

- Ya lo creo; las desgracias no vienen solas. 

- Así es. Y si no, que lo diga Pinocho…

- ¿Y ahora qué le pasó?

- Hasta el viejo hospital de los muñecos

   llegó el pobre Pinocho mal herido;

   un cruel espantapájaros bandido

   lo encontró dormido y lo atacó.  

   Llegó con su nariz hecha pedazos,

   una pierna en tres partes astillada 

   y como no hay dos sin tres,

   con una lesión interna y delicada

  que el médico de guardia no advirtió porque estaba más perdido  que turco en la neblina

- Aunque casi siempre al que dice mentiritas le crece una jorobita, a Pinocho le crece la nariz.

- Es que ahí el diablo metió la cola.

- El diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo.

- Mire, estoy un poco cansado; yo voy a tirar la toalla, ya me cansé de estar al divino botón.

- Lo que es aquí, tuvimos de todo como en botica.

- ¡Ojo al piojo! Hay que ver que no todo lo que relumbra es oro.

- Nada en exceso, todo en su justa medida.

- Bueno, punto y coma, el que no se escondió se embroma. Corto mano, corto fierro.

- ¡Hasta mañana! ¡que sueñe con los angelitos!

- Ángel de la guarda

   dulce compañía 

    no me desampares

    ni de noche ni de día.


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