Tengo los estudios básicos, terminados a los ponchazos. Quería trabajar para tener mi propio dinero y así lo hice en el negocio de la familia. Para llegar al trabajo tenía más de una hora de viaje, y siempre iba leyendo.
Lectora desde chica, desde la Billiken, pasando por historietas, fotonovelas, y otros géneros. Mi sueño era escribir, pero no me salía. Y como dicen los dichos: “Nunca es tarde” y “A la vejez, viruela”. Gracias a Claudia y a la pandemia, lo logré!!!
Carta a la quinta
Querida
quinta:
¡¡¡Cuántos años
han pasado!!!
Hace un tiempo
pasé por allí, te vi muy abandonada. Tus paredes descascaradas, las tejas del
techo rotas, la madera de la galería podrida, los pastos altos y los árboles
con los frutos por suelo.
Me cayeron
lágrimas de tristeza al verte tan mal.
Recuerdo los fines
de semana y las vacaciones en que mi padre nos llevaba en la camioneta. Íbamos
varios, mamá, tía, primos, abuela. Papá disfrutaba cortando el pasto, primero
con guadaña, y años después, con una máquina a nafta, ya que no había
electricidad. También lo veo pintando, matando hormigas, haciendo la huerta y
podando árboles. El resto de la familia ayudábamos en lo que podíamos, unos más
que otros, ya que los más chicos nos escapábamos al arroyo a pescar. Había
tiempo para hacer asado y dormir la siesta. ¡Cuántos momentos alegres! Jugando
a la escondida, al tejo, y si llovía, a las cartas bajo la galería.
Bueno, ya me
despido. Deseo que te recuperes y puedas tener momentos felices como antes.
Siempre te
recordaré.
Titina

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