María Cristina Álvarez

Tengo los estudios básicos, terminados a los ponchazos. Quería trabajar para tener mi propio dinero y así lo hice en el negocio de la familia. Para llegar al trabajo tenía más de una hora de viaje, y siempre iba leyendo.

Lectora desde chica, desde la Billiken, pasando por historietas, fotonovelas, y otros géneros. Mi sueño era escribir, pero no me salía. Y como dicen los dichos: “Nunca es tarde” y “A la vejez, viruela”. Gracias a Claudia y a la pandemia, lo logré!!!






Carta a la quinta

Querida quinta:


¡¡¡Cuántos años han pasado!!!

Hace un tiempo pasé por allí, te vi muy abandonada. Tus paredes descascaradas, las tejas del techo rotas, la madera de la galería podrida, los pastos altos y los árboles con los frutos por suelo.

Me cayeron lágrimas de tristeza al verte tan mal.

Recuerdo los fines de semana y las vacaciones en que mi padre nos llevaba en la camioneta. Íbamos varios, mamá, tía, primos, abuela. Papá disfrutaba cortando el pasto, primero con guadaña, y años después, con una máquina a nafta, ya que no había electricidad. También lo veo pintando, matando hormigas, haciendo la huerta y podando árboles. El resto de la familia ayudábamos en lo que podíamos, unos más que otros, ya que los más chicos nos escapábamos al arroyo a pescar. Había tiempo para hacer asado y dormir la siesta. ¡Cuántos momentos alegres! Jugando a la escondida, al tejo, y si llovía, a las cartas bajo la galería.

Bueno, ya me despido. Deseo que te recuperes y puedas tener momentos felices como antes.

Siempre te recordaré.

Titina 

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