Siempre fui una niña alegre, cariñosa y bastante rebelde. Crecí en un ambiente rodeada de muchos animales.
Mi paso por la escuela dejo muchos recuerdos y amigos que aun hoy conservo.
Cuando terminé mis estudios empecé a trabajar y descubrí lo mucho que me gustaba experimentar los cambios.
Me casé y tuve
tres hijas. Ya han pasado otros 33 años sin darme cuenta. Unos años en que no
ha faltado felicidad, enfermedad, valentía, amor, rupturas, realidad, alegrías,
penas, cambios, pérdidas, aprendizajes y decisiones.
Hoy estoy en un
momento de muchas sorpresas. Cada persona que conozco es un verdadero regalo.
Hoy mi ilusión es no parar de aprender. Quizás mañana tenga nuevas ilusiones.
El mejor
abuelo del mundo ¡sí existía!
Mi abuelo Juan, una persona llena de sabiduría y de increíbles historias que siempre adoré escuchar.
Fue un pilar de
apoyo que me ha inspirado a ser una mejor persona, siempre. Perder a mi abuelo,
a ese hombre inteligente y sobre todo bueno, fue una de las cosas más tristes
que me ha sucedido. No pude despedirme directamente de él, ni decirle cuanto lo
quería, sin embargo, hoy quiero dedicarle algunas líneas que sé que leerá donde
quiera que esté.
Juancito: seguro que estás en el cielo, contándole tus historias a los amigos que hiciste en ese increíble lugar. Esas historias que te convirtieron en la maravillosa persona que siempre fuiste, esas historias que solías contarme cuando recorríamos la vieja ruta 2, rumbo a Buenos Aires. ¡Me las contaste tantas veces! siempre quería seguir escuchándolas porque sabía que lo hacías para trasmitirme tu historia, tus experiencias, tus vivencias en tantos lugares recorridos. De cuando llegaste a Mar del Plata y el dueño de la casa que alquilaste te dijo que si tenías muchos niños no sería posible ser su inquilino y con esa tierna sonrisa picaresca me decías que tuviste que mentirle porque ya tenías cinco. ¡Cómo olvidarte si todo era diversión, alegría y muchas, muchas risas! Sentíamos que viajábamos por el solo hecho de viajar, como si no hubiese obligaciones que cumplir.
Cuando fuiste envejeciendo, pude notar que no habías dejado de ser vos mismo, que aún hacías bromas y eras tan cordial como siempre.

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